Continuando con la serie dedicada a los riesgos meteorológicos, es relevante el conocimiento de los aludes. Recordemos que muchas vías, pero también poblaciones, están a los pies de montañas, se encuentran en valles, discurren por ellos, y muchas están a mitad de la ladera. Unos trabajáis en esas zonas, otros viajamos por ellas.
Los aludes de nieve se encuadran dentro de aquellos procesos naturales gravitacionales que afectan a las laderas en zonas de montaña. Este fenómeno, como ocurre en otras ocasiones, sucede cuando interaccionan elementos del medio natural; dejan de ser un peligro inevitable y de poca repercusión social, para convertirse en un verdadero riesgo natural que genera en todo el globo numerosas pérdidas humanas y un fuerte impacto socioeconómico.
La nieve acumulada en las distintas nevadas producidas en la temporada, forma el manto nival que es una superposición de capas de nieve. Cada capa o estrato de nieve presenta unas características morfológicas, termodinámicas y mecánicas concretas. Un alud es el desplazamiento ladera abajo de una importante porción de nieve que puede incorporar parte del sustrato y de la cobertera vegetal de la pendiente. Para que este desplazamiento sea considerado alud, debe movilizar al menos 100 m3 de nieve y recorrer por lo menos 50 metros. En los casos de que las dimensiones sean menores, reciben el nombre de purga o colada. La purga es «prácticamente inofensiva para las personas» mientras que un alud, aunque sea pequeño, puede enterrarnos, herirnos o matarnos. Las consecuencias que podemos sufrir en caso de ser arrastrados o sepultados por un alud son: congelaciones/hipotermia, traumatismos múltiples y asfixia.
En cuanto a sus clases hablamos de tres:
- De nieve reciente o nieve polvo. Se inician generalmente en un punto y arrastran todo lo que encuentran a su paso. Se producen después de fuertes nevadas. Al mezclarse con el aire los cristales de nieve forman un efecto aerosol que se desplaza ladera abajo a velocidades entre 100 y 300 km hora. Son los más destructivos. Se producen al acumularse espesores de nieve importantes en pendientes propicias. Espesores de entre 30 y 60 cm son inestables en pendientes fuertes (más de 50º); entre 60 y 90 cm en pendientes medias (de 30º a 50º); más de 90 cm en pendientes ligeras (menos de 30º). Cuanto mayor intensidad tenga la nevada, acumulándose más nieve en menos tiempo, aumenta el riesgo al no dejar un apelmazamiento mecánico. Cuando la temperatura se mantiene por debajo de menos cinco grados, persiste el riesgo, al aproximarse a los cero grados, se apelmaza y estabiliza.
- De placa. Suceden cuando una placa de nieve compacta y densa, se desprende del resto del manto nival al no cohesionarse con el sustrato inferior por presentar éste un plano de deslizamiento. Su arranque es lineal y trasversal a la pendiente; el depósito está formado por bloques irregulares. Por lo general son de grandes dimensiones. En bastantes ocasiones, suelen ser activados al paso de una persona o animales. Son los más frecuentes y principalmente se inician en pendientes de entre 25º y 45º.
- De fusión. A finales de invierno y en primavera, al aumentar el contenido de agua del manto es cuando se producen (nieve húmeda sin cohesión). Los activa el aire o viento caliente, sol y sobrepeso del manto. Suelen ser bastante previsibles y se desarrollan lentamente. Su salida es puntual, circulando por las vaguadas entre los 20 y 50 km/h. El depósito forma un cono de bloques densos y materiales arrastrados. La lluvia es el factor desencadenante más frecuente y extendido en nuestro país. Produce inestabilidad por infiltración del agua en la ladera con el consiguiente aumento de las presiones en los poros y juntas del terreno, reduciendo así su resistencia.
La influencia humana es también evidente en el desencadenamiento de las avalanchas de nieve. Analizando el número de las víctimas involucradas en accidentes según tipo de alud, los de placa son aquellos que mayor riesgo comportan a la persona.
Cuando pensamos en los aludes siempre se nos viene a la mente, cordilleras o estaciones de esquí de países centroeuropeos, pensamos en altas cotas. En España no es un accidente que se dé con demasiada frecuencia y cuando sucede, afecta más a zonas despobladas, pero en nuestro país se han registrado a lo largo de la historia distintos siniestros de este tipo que afectaron a poblados. Así y en el siglo XVI, cabe señalar que un alud arrasó completamente el pueblo de Tavascán en Lérida. Otro alud destruyó completamente el Hospital de Benasque (Huesca) en 1789. Más tarde, y después de su reconstrucción en una cota inferior tuvo lugar otro en la otra orilla del río Esera, volviendo a destruirlo y llevándose consigo a tres niños y cinco mujeres.
A comienzos del pasado siglo, con el crecimiento de la población, las mejoras en la movilidad que conllevaron una necesidad de construir vías de comunicación con Francia, este fenómeno empieza a adquirir una importancia de mayor relevancia. Acrecentado en las últimas décadas por el crecimiento turístico y la práctica de deportes de montaña, sucediendo cada invierno, accidentes provocados por estas avalanchas que han dejado un número importante de personas fallecidas, heridas y cuantiosas pérdidas materiales.
En el último siglo y dentro de los aludes con registro en nuestro país, hay que destacar los producidos en: 1916 en las obras de la Estación Internacional de Canfranc; el alud de 1947 en Riosetas; los producidos en el Balneario de Panticosa durante los inviernos de 1960 y 1970; el alud de 1985 en Candanchú.
No podemos dejar de recordar a los nueve militares – compañeros también – del desaparecido Regimiento de Cazadores de Alta Montaña Valladolid 65 y con sede en Barbastro (un teniente, dos cabos y seis soldados), fallecidos el 11 de marzo de 1991 cuando se encontraban realizando unas maniobras en la Tuca de Paderna, Benasque-Huesca (2.900 metros de altitud).
Según informaciones de la Dirección General de Protección Civil y Emergencias, entre el año 2000 y 2015 ha habido 45 víctimas mortales siendo el año más crítico el 2010 con 11 personas fallecidas; la mitad fueron en el Pirineo de Huesca. El número de víctimas mortales por deslizamientos (lluvia, fusión de la nieve, sacudidas sísmicas, erupciones volcánicas, la socavación por el oleaje y erosión fluvial), se ha reducido en las últimas décadas, pero el producido por aludes de nieve ha aumentado debido a una mayor práctica de deportes de montaña, o intento de la misma y sin tener respeto al medio, con nula preparación (efecto Decathlon, efecto Calleja).
Los aludes están presentes en distintas cordilleras ibéricas (Pirineo, Cordillera Cantábrica, Sistema Central, Sierra Nevada, Macizo Galaico) pero es especialmente en el Pirineo de Huesca, Lleida y Girona, también en los Picos de Europa donde se registran con mayor frecuencia. En la Cordillera Pirenaica cabe destacar que el 50% de estos accidentes fatales ocurren en el Pirineo oscense.
Aunque el riesgo de estas avalanchas es real en esquiadores, alpinistas, senderistas y toda aquella persona que desarrolle su actividad laboral en este medio, también suelen serlo para conductores y por eso es la prohibición al tránsito por carreteras de montaña y es ahí donde estamos nosotros…
El 28 de octubre de 2018, cinco cántabros bajando el puerto de Lunada (1563 msnm), en la divisoria entre Cantabria y provincia de Burgos quedaron atrapados por un alud, pasando toda una noche y parte de la mañana hasta que fueron rescatados por compañeros del GREIM. El 20 de noviembre de 2019 la carretera del puerto de San Isidro (AS-253), a 1520 msnm, quedo cortada al tráfico a consecuencia de otro alud; no se registraron daños. Como habréis podido comprobar en la altitudes, no hace falta una gran cota, no hace falta salir de nuestras fronteras. Hablamos de carreteras por donde cualquier guardia o policía tienen que transitar en su servicio o dirigirse al mismo. Cualquier ladera y cota relativamente baja, puede dar lugar a una avalancha de nieve. No hace falta que llegue a la categoría de alud, la más pequeña de las purgas, puede llegar tener consecuencias fatales para las personas.
La existencia del peligro de aludes se valora en Europa, empleando una escala de cinco niveles. Esta escala es la referencia central para determinar y comunicar el peligro por avalanchas de nieve. Su última actualización es del 2018 y recoge las nuevas denominaciones de los tamaños de los aludes, aprobada por la European Avalanche Warning Services (EAWS).


El nivel de peligro en escala cambia en función del grado de inestabilidad del manto nivoso, del tamaño de los aludes que pueden producirse y del número de laderas en las que pueden desencadenarse, ya sea espontáneamente o al paso de personas. Se emplean iconos identificativos de distintos colores, para facilitar la comunicación.
Aunque no sea un fenómeno que se dé con mucha frecuencia en España, no podemos dar la espalda a los aludes. De acuerdo con los informes aportados desde Naciones Unidas, el cambio climático va a generar un aumento de la frecuencia en intensidad de los fenómenos naturales adversos como son las olas de frío y nevadas. El cambio climático va a potenciar la amenaza que suponen los riesgos naturales ordinarios a través de los FMEX.
No podemos tampoco dejar de lado y sumar a lo anterior, la exposición de la sociedad a ellos, derivada de las negligentes políticas de la ordenación territorial, un desarrollo económico y urbanístico desordenado que incide de manera negativa sobre los diferentes ecosistemas nacionales. Todo esto acrece la vulnerabilidad de las personas y bienes, a los que nosotros tenemos que proteger frente a los FMEX. Aumentan los riesgos de la sociedad, por tanto, en mayor medida, aumentan los riesgos de sus cuidadores, los servicios de emergencia. Ejemplo de esas políticas y desarrollo en España, tenemos la riada del camping de Biescas (Huesca), sucedida el 7 de agosto de 1996 y en donde se registraron 87 muertes y 187 personas heridas.
El alud que dejo sepultado en el pueblo de Farindola- los Abruzos (Italia) a un hotel en enero del 2017 a 1.200 msnm, fue propiciado por unos terremotos registrados unos días antes en el centro de la península italiana. En las labores de rescate no participaron únicamente unidades forestales, bomberos y de montaña, también intervinieron policías de puesto (en las FCS nunca se sabe el servicio que toca). Trabajaron en la zona cero e inmediata 150 hombres y mujeres entre todos los cuerpos; otro número considerable de policías en los siguientes anillos (en zona de influencia de avalanchas). Las tareas de rescate después de una carrera de errores inicial, duraron una semana. Se rescataron con vida once personas y fallecieron veintinueve.
En los años noventa, las cartas geomorfológicas de la zona, advertían ya de que el hotel estaba situado en una zona de riesgo debido a la acumulación de nieve. El hotel se construyó sobre los restos de un antiguo refugio. Este hecho, según peritos, implicaba un riesgo para la estabilidad del edificio, contribuyendo el que las autoridades teniendo constancia de la acumulación y estado de la nieve por demandas de actuación de la Dirección del hotel, no tomaran las medidas adecuadas.
ACTUACIONES PREVENTIVAS
En caso de que tuviéramos que patrullar, prestar servicio de búsqueda o colaboración con otros cuerpos, unidades, o servicios, y en zonas en las que pudiera sobrevenir un alud, actuar en un siniestro como en el ejemplo italiano; también y que puede ser lo más factible, viajar, practicar un deporte o dirigirnos a puesto, vamos a ver a continuación una serie de consejos para el reconocimiento del terreno.
Para salir en rescate, tenemos que contar con ARVA (Aparato de Búsqueda de Víctimas de Aludes), palas y sonda. Si contamos con ARVA, tenemos que comprobar antes de la salida que funcione y llevarlo siempre en emisión; esto y aunque nos parezca que no hay peligro. Mandar a funcionarios a servicios ante riesgos de aludes sin este material y sin preparación es una temeridad. Suerte tenemos que los compañeros que tienen dentro de sus funciones esos servicios como son el GREIM, UVR, UIM y bomberos, están de sobra preparados y dotados para estas intervenciones.
Actualmente en teléfonos inteligentes, se puede instalar aplicaciones gratuitas con botón de emergencia que señala nuestra posición exacta a través del GPS, y que en caso de sepultamiento por la nieve dispara una llamada de socorro. Queda a la libre elección de cada uno la aplicación a instalar, pero en caso de salir con ella activada, hay desconectar las otras aplicaciones, recordar que el frío y la búsqueda de repetidor nos dejarían sin batería. Vamos a trabajar, no a estar conectado en redes o hacernos selfies. Piensa en tus compañeros y en tu familia.
En estos servicios no hay que buscar impresionar a nadie ni hacerse el héroe, se trata de servir. Si uno no se encontrara en ese momento en condiciones psicofísicas adecuadas, debe comunicárselo al mando, su servicio será más útil en base o puesto avanzado, ya sea en tareas policiales o de logística. Patrullar en condiciones difíciles y en medios agrestes requiere una buena forma física, pero también un adecuado estado mental. No se puede aumentar el riesgo, el peligro de accidente en nuestros compañeros. La temeridad y el miedo son factores de riesgo policial y sumar a esto que la naturaleza no es compasiva.
En cuanto al estado de la nieve, entre 30 y 40 centímetros en situaciones de nevadas recientes, el peligro de aludes se localiza en las pendientes más inclinadas; con 50-60 cms. es recomendable no salir de la montaña ya que el peligro es generalizado. Factores como el viento, la temperatura del aire y la superficie de la nieve vieja pueden hacer que con 10-20cm de nieve reciente, una situación sea crítica. La observación de caídas espontáneas de aludes durante la patrulla o ruta, es una importante señal de alarma que no podemos despreciar. En situaciones de calor hace falta controlar el espesor de capa superficial de nieve húmeda. Cuanto más húmeda sea la nieve, más probables son los aludes de fusión. Para conocer el espesor de la nieve, clavaremos el bastón.
Siempre llevaremos la boca y la nariz tapada. Para eso contamos con bragas tubulares en la uniformidad.
Conviene mantener a un funcionario siempre atento a la producción de otros aludes cuando avanzamos a la zona de búsqueda.
Tenemos que observar las características del terreno:
- La gran mayoría de aludes se generan entre los 30 y 45 grados de inclinación, por lo que debemos conocer el valor aproximado de la pendiente donde nos encontremos o vayamos a discurrir.
- En cuanto a la orientación de la vertiente hay que prestar atención con las vertientes situadas a sotavento (hacia donde el viento se dirige), son las zonas donde encontraremos las placas de viento. En caso de calor se deberá evitar las vertientes sur, ya que es donde se producirán con más probabilidad los aludes de fusión.
- Atentos al relieve, concretamente a las palas regulares y convexas, teniendo en cuenta que los terrenos ondulados evitan la formación de grandes aludes.
- En cuanto a la vegetación, los montes densos son zonas seguras, mientras que en los calvos se pueden producir aludes. El bosque proporciona anclajes al manto. Es preferible discurrir por un bosque denso antes que un bosque claro.
- Siempre atentos a la situación del tiempo, recordar que en montaña es muy variable.
Durante el recorrido tenemos que circular siempre por zonas seguras:
- Dorsales y cornisas, a fin de evitar aludes procedentes de zonas superiores.
- Zonas ventosas a barlovento (de donde sopla el viento) ya que siempre habrá menos nieve.
- Zonas de relieve ondulado antes que por zonas de gran pendiente.
Evitemos las zonas potencialmente peligrosas y como son:
- Pendientes más verticales de las vertientes y zonas convexas, donde la tensión dentro del manto nivoso es mayor.
- Vertientes de sotavento, a menudo indicadas por la presencia de cornisas (posibles placas de viento).
Hay que respetar siempre una distancia de seguridad con nuestros compañeros de patrulla, búsqueda o deporte, y que como mínimo será de 10 metros en los ascensos.
En caso de subir o bajar lo haremos siempre por la línea de máxima pendiente. En descensos tenemos que evitar las caídas. Si siempre tenemos que evitarlas, ahora más y para evitar generar un alud de placa.
Antes de cruzar una vertiente que nos ofrezca sospechas, busquemos una ruta alternativa y en caso de que no fuera posible lo hacemos por la zona más alta y de uno en uno, mientras que el resto del equipo espera en lugar seguro.
No hay que comer, fumar, orinar o defecar sobre la superficie para permitir que los perros de bomberos o del GREIM, hagan su trabajo. Después del ARVA la mejor herramienta de localización.
SUPERVIVENCIA
Si nos sobreviene un alud, lo primero que tenemos que hacer es mantener la calma e intentar huir por el lateral más próximo en dirección diagonal y descendente.
Debemos de cerrar la boca para que no se nos llene de nieve y desprendernos de bastones.
Nos agarraremos a cualquier roca o árbol para no ser arrastrado. En caso de no encontrar agarradero, tenemos que luchar para permanecer a flote en el alud mediante movimientos natatorios contra la oleada y al mismo tiempo protegernos la cabeza de las rocas.
Si quedáramos sepultados, es de vital importancia, adoptar forma de bola y tratar de salir antes de que el alud se modere, antes que se detenga en el valle, esto porque se endurecerá en pocos minutos. La probabilidad de quedar sepultado se comprende aproximadamente entre un 25 y 35%.
Para respirar desplazaremos la nieve con los brazos y con las rodillas e intentaremos hacer una cámara respiratoria.
Antes de movernos tenemos que saber en qué posición nos encontramos y para ello haremos gotear la saliva de los labios; en caso de que se dirija a la nariz, esto nos indica que estamos boca abajo.
Si no pudiéramos salir, no hagamos esfuerzos inútiles, tenemos que movernos lo menos posible, respirando lentamente y esperar a la ayuda en función del lugar donde nos sobrevenga.
Tener siempre en cuenta que los primeros 15 minutos y en el 90% de las ocasiones, es posible salir con vida, después se reducen las opciones y aumentan notablemente las posibilidades de morir por asfixia o hipotermia bajo la nieve. Entre los 15 y los 45 minutos la probabilidad de supervivencia decrece rápidamente, al 25%, ya que los que han quedado sepultados sin contar con bolsa de aire mueren por asfixia. Después de 45 minutos, solo los que estén en una bolsa de aire, puede sobrevivir a una muerte por asfixia, pero pueden entrar en hipotermia.
Aquellos miembros de la patrulla o equipo que no se vieran afectados por la avalancha, tienen que observar, recordar, y marcar todos los puntos donde han sido visibles los compañeros, buscando referencias en superficie.
En caso de que nos pillara en carretera, no hay que intentar conducir a través de la misma, lo más probable es que sucedan replicas en la zona. Buscaremos un lugar seguro y nos detendremos, avisando a base para que se personen los de carreteras.
Si quedamos atrapados dentro del patrulla hay que apagar el motor para que el humo del escape no entre en el habitáculo y nos intoxiquemos con el monóxido de carbono. Es conveniente abrigarnos más para no entrar en estrés térmico y por ello – a mí ya me ayudaron – deberíamos de llevar siempre cuando transitamos por zonas de montaña, mantas isotérmicas en el habitáculo del coche a mayores de las del botiquín (salvo en furgonetas, va en el maletero).
AUTOR:


ALEJANDRO LÓPEZ CALVIÑO
Policía Local
Técnico Superior (tres especialidades) y perito judicial en PRL.
Experto en Seguridad Vial. Investigador de Incendios y Explosiones.